CAPITULO I


LIBRO V
CONTIENE LA PERFECCIÓN CON QUE MARÍA SANTÍSIMA COPIABA E IMITABA LAS OPERACIONES DEL ALMA DE SU HIJO AMANTISIMO, Y CÓMO LA INFORMABA DE LA LEY DE GRACIA, ARTÍCULOS DE LA FE, SACRAMENTOS Y DIEZ MANDAMIENTOS, Y LA PRONTITUD Y ALTEZA CON QUE LA OBSERVABA; LA MUERTE DE SAN JOSÉ; LA PREDICACIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA; EL AYUNO Y BAUTISMO DE NUESTRO REDENTOR; LA VOCACIÓN DE LOS PRIMEROS DISCÍPULOS Y EL BAUTISMO DE LA VIRGEN MARÍA SEÑORA NUESTRA.
CAPITULO 1
Dispone el Señor a María Santísima con alguna severidad y ausencia estando en Nazaret, y de los fines que tuvo en este ejercicio.
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Doctrina de la Reina del cielo María Santísima.
723. Hija mía, véote deseosa de ser discípula de mi Hijo santísimo por lo que has entendido y escrito de cómo yo lo fui. Y para tu consuelo quiero que adviertas y conozcas que el oficio de maestro no lo ejercitó Su Majestad sola una vez ni en el tiempo que en forma humana enseñó su doctrina, como se contiene en los evangelios y en su Iglesia, pero siempre hace el mismo oficio con las almas y le haré hasta el fin del mundo, amonestando, dictando e inspirándoles lo mejor y más santo para que lo pongan por obra. Y esto hace con todas absolutamente, aunque, según su divina voluntad o la disposición y atención de cada una, reciben mayor o menor enseñanza. Si de esta verdad te hubieras aprovechado siempre, larga experiencia tienes de que el altísimo Señor no se dedigna de ser maestro del pobre, ni de enseñar al despreciado y pecador, si quieren atender a su doctrina interior, Y porque ahora deseas saber la disposición que de tu parte quiere Su Majestad tengas para hacer contigo el oficio de maestro en el grado que tu corazón lo codicia, quiero de parte del mismo Señor decírtela y asegurarte que, si te hallare materia dispuesta, pondrá en tu alma, como verdadero y sabio Artífice y Maestro, su sabiduría, luz y enseñanza con grande plenitud.
724. En primer lugar, debes tener la conciencia limpia, pura, serena, quieta y un desvelo incesante de no caer en culpa ni imperfección por ningún suceso del mundo. Con esto juntamente te has de alejar y despedir de todo lo terreno, de manera que, como otras veces te he amonestado, no quede en ti especie ni memoria de cosa alguna humana ni visible, sino sólo el corazón sencillo, sereno y claro. Y cuando tuvieres el interior tan despejado y libre de tinieblas y especies terrenas que las causan, entonces atenderás al Señor, inclinando tus oídos como hija carísima que olvida su pueblo de esa Babilonia vana y la casa de su padre Adán, y todos los resabios de la culpa, y te aseguro que te hablará palabras de vida eterna17. Y luego te conviene que le oigas con reverencia y agradecimiento humilde, que hagas de su doctrina digno aprecio y que la ejecutes con toda puntualidad y diligencia, porque a este gran Señor y Maestro de las almas nada se le puede ocultar, y se desvía y retira con disgusto cuando la criatura es ingrata y negligente en obedecerle y agradecerle tan alto beneficio. Y no han de pensar las almas que estos retiros del Altísimo les suceden siempre como el que tuvo conmigo, porque en mí fue sin culpa y con excesivo amor, pero en las criaturas, donde hay tantos pecados, groserías, ingratitudes y negligencias, suele ser pena y castigo merecido.
725. Atiende, pues, ahora, hija mía, y advierte tus omisiones y faltas en hacer la estimación digna que debes a la doctrina y luz que con particular enseñanza has recibido del divino Maestro y de mis amonestaciones. Modera ya los temores desordenados y no dudes más si es el Señor quien te habla y enseña, pues la misma doctrina da testimonio de su verdad y te asegura de su autor, porque es santa, pura, perfecta y sin mácula; ella enseña lo mejor y te reprende cualquier defecto, por mínimo que sea, y sobre esto te la aprueban tus maestros y padres espirituales. Quiero también que tengas siempre cuidado, imitándome en lo que has escrito, de venir a mí cada noche y mañana inviolablemente, pues soy tu maestra, y con humildad me digas tus culpas reconociéndolas con dolor y contrición perfecta, para que yo sea intercesora con el Señor y como madre alcance de él que te perdone. Y a más de esto, luego que cometieres alguna culpa o imperfección, la reconoce y llora sin dilación y pide al Señor perdón con deseo de enmendarte. Y si fueras atenta y fiel en esto que te mando, serás discípula del Altísimo y mía, como deseas, porque la pureza del alma y la gracia es la más eminente y adecuada disposición para recibir las influencias de la luz divina y ciencia infusa que comunica el Redentor del mundo a los que son discípulos verdaderos.